Marama Muru-Lanning: «Para mí, la realidad de los pueblos indígenas en Chile es muy impactante»

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Marama Muru-Lanning
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Doctora en Antropología de la Universidad de Auckland, Nueva Zelandia, Marama Muru-Lanning, llegó a Chile en octubre para realizar una estadía en el Campus Villarrica UC. Allí realiza una investigación sobre medio ambiente y la comparación entre Chile y Nueva Zelandia en este ámbito.

Su carrera la ha dedicado al estudio de la privatización de recursos naturales en Nueva Zelandia, y los conflictos valóricos que esto ha suscitado en la cultura de las comunidades maorís, pueblo al cual ella pertenece.

¿Cómo te involucras en la investigación del proceso de privatización de recursos naturales que ocurrió en Nueva Zelandia?

Ha sido un largo proceso. Provengo de una comunidad maorí iwi del sector del río Waikato, el más extenso de Nueva Zelandia y que sustenta muchas centrales hidroeléctricas. Mi comunidad se localizaba en las riberas del río, por lo que en la medida que crecía este se convirtió en el lugar donde pasaba mi tiempo, nadando, celebrando y pescando con mi familia. Cuando era más joven, existían muchas restricciones con respecto a que empresas generadoras de energía utilizaran las aguas de Waikato para instalar centrales hidroeléctricas, interviniéndolo, alterando el ecosistema y la vida de las comunidades cercanas. La legislación posteriormente cambió y el río comenzó a ser ocupado con el fin de generar electricidad para Nueva Zelandia, para sostener el crecimiento de la industria forestal, por ejemplo. Se necesitaba electricidad para montar industrias que permitieran producir dinero y trabajo. En un tiempo estas empresas fueros estatales pero después se inició un proceso de privatización. La representación maorí en el gobierno presentó una fuerte oposición a la construcción de más centrales hidroeléctricas en el río Waikato. No había elección. Esto era lo que yo veía entonces, en mi adolescencia; mi experiencia era absolutamente corriente, como la de cualquier ciudadano que disfruta de un entorno determinado.

¿Qué te llevó a cambiar o profundizar en una percepción crítica de lo que ocurría?

Mientras cursaba mi doctorado en Canadá, donde viví cerca de otro extenso río –San Lorenzo- el cual separa a Estados Unidos de Canadá, vi que la situación era muy distinta. El río aún se mantenía navegable y la gente podía pescar normalmente; solo en este momento me percaté de qué forma la vida de una comunidad podía ser transformada por la irrupción de una industria dentro de su entorno natural. A medida que cursaba mi doctorado comencé a interiorizarme en el neoliberalismo y sus efectos en la vida de la gente. Leía mucho a Foucault, a Marx. Fue una gran experiencia formadora el comprender el capitalismo desde su papel transformador.

Al regresar a Nueva Zelandia, comencé a interesarme en las dinámicas que ocurrían en el río donde había vivido toda mi juventud; donde se enfrentaban los valores de mi comunidad, el neoliberalismo, el crecimiento económico. Mi preocupé de investigar los nexos que había entre las diferentes comunidades maorís que convivían al a lo largo del río, las compañías generadoras de energía –hidroeléctricas, geotérmicas- y el Estado neozelandés. Allí sucedió algo que no ocurre en Chile: la relación entre el Estado y las comunidades maorí se establecía a través de la Corona inglesa, un tratado débil en muchos puntos, pero que otorgaba ciertas garantías a los indígenas. Sucede, entonces que había un escenario compuesto por distintos actores, donde por un lado estaban las compañías energéticas buscando alcanzar mayor control y poder sobre los recursos naturales y la tierra y, por el otro, los maorís y sus conflictos internos acerca de cómo afrontar este proceso de privatización de los recursos naturales. El neoliberalismo produce este tipo de enfrentamiento entre grupos de personas en vista a sobrevivir y cuál de ellos ocupará un espacio determinados.

Más recientemente me he abocado a estudiar la agudización del proceso privatizador de las compañías eléctricas, decisión anunciada por el Primer Ministro neozelandés y cuestión que no ha sido del agrado de los neozelandeses. Como país nos gusta que sea el Estado el que administre la riqueza que se produce en el país. No nos agrada que norteamericanos o chinos vengan a administrar tal o cual industria. Por lo tanto hubo una gran resistencia al proceso privatizador. El primer ministro, en tanto, con el objetivo de abrir nuestro mercado a las inversiones extranjeras, insistió en las privatizaciones. La primera compañía que fue puesta a la venta fue justamente la que utilicé como foco de estudio para mi proyecto de doctorado.  Tuve la oportunidad de conocerla cuando aún era una empresa pública y observé, una vez privatizada, los cambios que ocurrieron al convertirse en parte de un conglomerado internacional. Curiosamente, esa empresa está también en Chile, controlando tres proyectos hidroeléctricos.  En Nueva Zelandia se llama Mighty river power pero en Chile se llama Geotermina y administra proyectos en el sector de La Araucanía, donde resido actualmente. Hay muchas compañías establecidas en Nueva Zelandia que tienen un gran interés por instalarse en Chile, lo cual es muy interesante. El tipo de desarrollo que planean emprender en Chile es muy distinto del que les permite la estricta regulación existente en Nueva Zelandia. Allí las comunidades maorís tienen una fuerte presencia y cualquier proyecto energético debe contemplarlos incluso desde los beneficios financieros: 50 % para la empresa, 50 % para los maorís. En Chile, en cambio, cuando una empresa eléctrica comienza a hacer una prospección para instalar una central no sé si las comunidades indígenas tienen una voz tan determinante en la evolución del proyecto. Esto es lo que me parece fascinante; que lo que no se puede hacer en un país amén de una fuerte regulación, sí es posible en otro. Ellos vienen a Chile y pueden hacer lo que les parezca con tal de hacer dinero. Cuando llegué al aeropuerto, no tuve que pagar algún impuesto particular, como sí tuvieron que hacerlo ciudadanos australianos o europeos. Hay una muy fuerte relación entre Nueva Zelandia y Chile. También hay mucho interés de empresas forestales neozelandesas en Chile porque producir aquí les es mucho más barato; pueden plantar árboles indiscriminadamente, utilizar el agua y destruir el entorno. En Nueva Zelandia, en cambio, estas mismas empresas emplean tecnología apropiada para proteger el medio ambiente, con lo que podemos considerar el turismo como una excelente vía de ingresos.

Mientras he estado en la Araucanía, tuve la oportunidad de hablar con algunos mapuche pertenecientes a dos comunidades y me he dado cuenta de que el Estado ha permitido que industrias “sin rostro”, sin relación alguna con la comunidad, ocupen un territorio y empiecen a explotarlo de forma indiscriminada. En Nueva Zelandia, dado los tratados vigentes, las compañías han debido ser más responsables con las comunidades.

Creo que, desafortunadamente, el neoliberalismo y las privatizaciones manipula y destruye la vida de la gente y me interesa comprender cómo opera esto.

¿De qué modo el proceso de privatización ha influido en el cambio de los valores de la comunidad iwi?

Es una muy buena pregunta, es parte mi proyecto actual de investigación. La compañía generadora de electricidad más cercana a la comunidad de la cual provengo, produce cerca del 30 % de la energía del país, una estación geotérmica. A medida que las compañías comenzaron a venderse, los maorís se enojaron mucho con el Estado diciéndole que no podían vender esas empresas ya que aquellos tenían derechos sobre esas aguas.  El gobierno insistió en su proyecto y los maorís decidieron interponer una demanda en la Corte Suprema, la cual no funcionó. Lo que ocurrió es que, como comentaba anteriormente, dada la legislación neozelandesa, a los maorís les correspondía ser parte de las empresa hidroeléctricas como accionistas. Es aquí donde se presenta el diliema: por un lado los maorís cargan con el rol moral de guardianes –kaitiaki- de la naturaleza. Es un código de honor de carácter ancestral. Por otro, ellos son parte de una transnacional y reciben dinero por la explotación de su entorno natural. Eso supone un importante conflicto valórico que no está resuelto. Sobre todo porque el rol de kaitiaki es una obligación, una responsabilidad, no solo con la naturaleza sino con sus descendientes. Muchos maorís tienen poder económico y, además, voz política. El tema es, ¿qué harán con esto? ¿Utilizarán este capital en la preservación del medioambiente, en mantenerse fieles al código de guardianes? ¿Cómo conciliarán esto con la visión financiera que se preocupa del crecimiento de una industria?

Las cosas no son estáticas, evolucionan. Como maorís tenemos muchos principios, un gran capital cultural. Mucha gente habla maorí, pero no vivimos en el pasado, construimos el futuro. Respetamos nuestra herencia pero nos interesa crear futuro. Hemos sido capaces de reducir la pobreza entre los nuestros, tener una mejor calidad de vida gracias a nuestro acceso a bienes económicos. Por eso, es tan importante cuán bueno sea el trabajo del líder de una comunidad; él debe ver más allá de la gente, debe pensar en el colectivo. No hablamos de un solo tipo de maorí sino de muchos tipos; por lo mismo es la comunidad y su líder -algo que puede sonar muy marxista- quienes van construyendo su propia realidad.  Ser líder en una comunidad maorí implica poseer valores que quizá difieran de otras sociedades; no puede haber capacidad de agresión, violencia, no puedes matar gente, torturar o encarcelar personas. El líder es depositario de los valores de una cultura.

Puede sonar una contradicción que alguien que es ungido como guardián del medioambiente posea acciones en una compañía hidroeléctrica. Yo creo que puede ser una oportunidad de mirar más allá; de construir y fortalecer derechos, más que predicar sobre lo de ser guardianes.

Cuéntame acerca de la investigación que están desarrollando en Chile

Es una investigación bastante pequeña. Debo ser honesta, Chile es muy impactante para mí, como una persona indígena. Lo que ocurre aquí con los indígenas es muy diferente de lo que me ha tocado vivir. Estoy confrontada por lo que ocurre aquí; he visitado algunas comunidades mapuche en Puerto Saavedra, Curarrehue, Pucón, Villarrica, y la situación de muchas familias es que deben intentar de una u otra forma sobrevivir. Por el contrario, en Nueva Zelandia, el Estado te entrega beneficios de alimentación, salud, educación; ningún neozelandés que pierda su trabajo correrá el riesgo de no tener atención en salud.

Quiero saber, por un lado, como la gente mapuche ve el tema de las semillas para la labor agrícola, por qué las semillas son importantes, cómo las protegen, sobre todo en las economías de subsistencia que he visitado. Esto, sobre todo con relación al uso de transgénicos propulsado por Monsanto, el uso de pesticidas. Además, ellos ven cómo les instalan en medio de sus tierras –donde crece la quinoa, sus cereales- pilares que servirán de sostén a líneas de transmisión de proyectos hidroeléctricos que se están levantando. ¿Qué pueden hacer al respecto? Entonces, me interesa saber qué están haciendo para transmitir su conocimiento sobre semillas, sus formas de entender –a partir de esto- la agricultura que han practicado. Es esta situación, esta colisión, lo que me parece interesante de investigar y espero que pueda aportar a la generación de conocimiento sobre comunidades indígenas a lo largo del mundo. Para mí, la situación de los indígenas en Chile con respecto a la realidad de Nueva Zelandia es distinta y, honestamente, increíble. Los mapuche lucen realmente desamparados frente a compañías sin rostro; no tienen dinero para enfrentarlas. Escuché lo que decían muchos de ellos; siguen sobreviviendo, tirando hacia adelante, enviando hijos a la universidad y sintiendo un gran orgullo de lo que son. Al menos para mí, son gente muy generosa y me siento muy afortunada de esta visita que he realizado.

En Nueva Zelandia, los maorís tienen adónde recurrir; si una política pública te molesta, si te sientes atropellado, tienes un sitio dónde ir y reclamar. Aquí pareciera que no fuese así; los mapuche parecen gente desamparada.