Investigador responsable Claudio Espinoza

Políticas de Reconocimiento, Prácticas Estatales e Interculturalidad


Desde mediados de los ochenta y ya fuertemente en los años noventa, a través del proceso de descentralización, transición a la democracia y reforma del Estado, los pueblos originarios comienzan a fijar su mirada en los gobiernos locales. De alguna manera, ponen su identidad étnica como una plataforma para formular política y levantar reivindicaciones en función de esa identidad. La doble transición hacia economías neoliberales y gobiernos democráticos dejó como herencia ciertos vacíos del Estado, entre estos los municipios. Con la recuperación de la democracia y la capacidad de competir electoralmente, diversos grupos indígenas intentan conquistar el poder. Algunos de estos buscaron imponer un estilo de gobierno diferente a pesar de las limitaciones, marcando un sello distinto, a pesar de la falta de descentralización efectiva. “El municipio paradigmático es Tirúa, donde viví 18 meses. Surge la pregunta: ¿cuáles son las transformaciones que se pueden observar en términos políticos al interior de estos espacios locales? Estos alcaldes, principalmente mapuche, intentan imprimir un sello distintivo, trascendiendo el de neutralidad pública, liberal. Gobiernan con identidad”, explica Claudio Espinoza, investigador asociado del CIIR, quien ha desarrollado una investigación sobre etnopolítica por ya diez años.

¿Qué transformaciones políticas pueden observarse? Particularmente por debajo del nivel municipal, pero que sirven de intermediación entre la población y el municipio, llámese juntas de vecinos, comunidades indígenas. Estas instancias se han visto transformadas. Estas experiencias tienen dos grandes cambios. El primero de carácter formal-electoral: se ha vivido un cambio en la distribución del poder político municipal. “Por ejemplo, Tirúa en 1992 tenía en el concejo municipal una autoridad indígena; ahora, de cinco concejales y un alcalde, solo una autoridad no es indígena. El Estado neoliberal entrega una plataforma que es resignificada por las comunidades, una consecuencia inesperada de la posmodernidad. Surgen demandas”, reflexiona Espinoza. Hay un desplazamiento de lo político, abriéndose a nuevos actores que entran con sus nuevas dinámicas: el rito, la machi, el lonko. Una rearticulación de cuestiones percibidas como tradicionales que empiezan a tener impacto en lo político.

Se percibe además otro tipo de avances. “Hice un estudio sobre las tierras forestales en Tirúa, y desde que asumió el alcalde Adolfo Millabur en 1996, las tierras forestales no han aumentado un centímetro. Se desenmascara el núcleo central del conflicto y se visibiliza lo mapuche”, narra el investigador.